Per Omnia Secula Seculorum
Tomarlo como una continua renovación de contratos: las temporadas se suceden, los papeles se toranan de blancos a amarillos, a sepias. Un suspiro (rezagado, esperanzador a veces, las más de veces resignado) gana mis cuerdas vocales, en su sentido tramo. Porque un siempre cabe en las posibilidades. Y advierto un racimo de alegorías, gusto a uva conocida.
El tiempo en que uno espera al café para que su paladar no se queme; el lapso en que te diste cuenta que, de tanto querer abrir la pared a cabezazo limpio, te olvidaste que había una puerta dispuesta al escape (la cerradura, un mal binario y necesario). Lo que le toma a uno mismo esconderse en metáforas, de algo tan intangible, el factor metafísico que más pelos nos hará perder, más fe debilita, las manos que se rozan en pos de rescate (y volvemos a las cerraduras). Recurrencias que, en un rato vago, vinieron a hacer valer su derecho de piso.
Cómo pensar en un para siempre ( con algo, con alguien, con uno mismo) si nuestra fecha de vencimiento está en la cara interna. Y si uno se convence de ser tan producto, más se amiga con su perecederidad. Cómo olvidarnos de algo que no podemos comprender, un desfase obvio, una cajita musical en la que la bailarina empieza su ritual con años de delay respecto la música. Su compás marcando el péndulo en el que me convertí, dándole a un escombro luminoso mi atención. Mi inalámbrico neceser. Kilometros anclan. Me proveen recuerdos, poesía barata, rudimentos estéticos.
El recuerdo vago invadió, pateó hasta ganar las bisagras. No importaron cerraduras. Estaba dentro de las posibilidades. Una aspirina.
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