Reflotando Textos II
Madeja (JUEVES 10 DE DICIEMBRE DE 2009)
Te tomaras el tiempo para olvidarte de mí, y yo, sin mayores pretensiones, dispararé las frases que me acompañan hace un rato largo.
No reconoceré tu rostro, tus ojos no tendrán el mismo color. No sabré tu nombre. No será el mismo. Tus gustos diferirán de los míos. No te sentirás obligada a hablar de arte, política o religión. Nadie te ata, sos vos y la atmosfera te acompaña. Está lleno de gente, pero captas toda mi atención.
Tomaras de otras copas, pedirás de otros sabores, te peinaras el flequillo hacia el otro lado (o hacia el mismo), esquivarás mi mirada, sabré esperar. Pero sé que estarás ahí, con diferentes amigos, o sola queriendo salir de vos misma.
Te mostrarás con otro rubor, tu perfume me envenenará dulcemente, mientras palabras obligadas tensan las cuerdas. Y pondré atención en tus nuevos gestos, tus nuevas manos, tus nuevas argucias para envolverme, envolvernos. Para innovarme y darle la vuelta a la rueda para que el movimiento perpetuo no se corrompa, así como corrompemos el triste y fatigoso ejercicio de la soledad. Porque si hay que ser asesinos de una rutina, que sea la de la odiosa soledad (beneficiaria y oxigenante a veces, pero que siempre vilipendiaré)
Y mostrarás sorpresa en mi interés, el renovado interés, aquel que fue dañado, aquel que mi orgullo tomó por rehén. Antes lagrimas equilibradoras, ahora son saliva que me da pista para poder llegar a vos, al centro mismo, a la excusa. Magnifica regeneración, mucho tiempo para lograrla, la infinidad para perfeccionarla y no mostrar debilidad. La fuerza suele ser tan perecedera.
Y en ese hermoso disfraz que solemos usar (y que la imaginación y las vueltas de las vida nos jironea, modifica, exagera, minimiza), vamos. El mismo ritual de una vez cada tanto. Salir de uno mismo y ver nuevas caras. Nuevas viejas caras. Las que buscamos perpetuar. En otro cuerpo y en otras situaciones. Las que elegimos perpetuar.
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