Casi las cuatro
Casi las cuatro, ella llega al España. Preparo el tereré con el jugo de naranja que a ella le gusta. Hablamos de su posible viaje a Mendoza con su padre y un dirigente despistado que todavía no les dio el ok. Nos besamos, y ella habla de su banda en la que esta empezando a tocar el bajo, la mas profesional del grupo (después de ir una vez a un ensayo).
Comemos Polvoritas mientras hago contacto visual con un conductor radial de un programa que escuchaba hace dos años. Se nubla, se hace tarde.
Llegamos al local, tengo que trabajar temprano. Empieza el jazz de fondo, la miro dar vueltas. Recorto un fardo de horarios con una tijera para zurdos. ¡Para zurdos! Torcí el cuello y terminé. Termina el jazz, me despido. Otra hora de secretariado aburrido. Se corta la luz en plena clase de yoga, me liberan, pero ¿a donde ir? Llueve a baldes.
Tres bolsas de supermercado para cubrir mi mochila de los Beatles descosida, y salir. Maipu inundada. Cuatro cuadras descalzo bajo la lluvia, tres por el pavimento (ahi no encontraria cables tapados por el agua). El colectivo llega media hora más tarde, se desvia mucho.
Llego y mi insoportable vecino me pide su CPU, no pude arreglarla, no importa. El perro me salta encima. La lluvia habia parado. Ella quiere chatear. Le doy el beso de buenas noches.
Procastino, son casi las cuatro.
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